Decir que en Costa Rica hemos vivido un año tenso e intenso es descubrir el agua tibia. Vivimos (o hicimos) unas elecciones azarosas con ingrediente religioso, una huelga larguísima y una apuesta alta por la reforma fiscal, por decir lo poco, pero hay un elemento al que le hemos pasado por encima: ¿cómo nos informamos/comunicamos en este año? ¿Cuánto aportó el periodismo? ¿Mordimos el anzuelo del fenómeno fake news?

Navidad en Nicaragua. La frase encierra una cruel contradicción en este cierre de año, con el temor a lo que el gobierno de Daniel Ortega quiera agregarle antes de que entremos en el 2019.

Si algo quedó establecido con claridad meridiana en el capítulo final de la salida de la Canciller Epsy Campbell del cargo esta semana, es que la Casa de Gobierno carece por completo de una conducción comunicativa estratégica mínima.

Los desencuentros políticos y las dificultades de convivencia son el agua tibia que descubrimos en este año. El proceso electoral y la división entre sectores que luego se juntaron, o las coincidencias entre grupos que antes estuvieron enfrentados…

El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo calcula que cada año se paga $1 billón en sobornos y $2.6 billones en actos de corrupción. Nada más y nada menos que alrededor de un 5% del PIB mundial anual.

Tal vez ahora que nos hemos tenido que dar baños de realidad esperando que en sus premuras Hacienda logre reunir todos los “coyoles” para terminar el año honrando tanto compromiso pendiente, vayamos tomando conciencia de que el tema del déficit no era cosa de que nos querían asustar con la vaina vacía o con el cuento aquel del lobo que nunca llegaba...