Cumplimos este 1° de diciembre 77 años de la abolición del ejército. Se dice fácil, de hecho, lo hemos normalizado. Es algo que está en nuestro ADN tanto como en nuestra cotidianeidad. Pero lo cierto es que somos una rareza en el concierto de las naciones. Muy pocos países carecen de fuerzas armadas.

Naciones Unidas estima que una de cada tres mujeres en el mundo ha sido víctima de violencia física o sexual y que cada 10 minutos una mujer (muchas veces niña) muere a manos de su pareja u otro familiar.

Desde que el viernes pasado se cerró la recepción de ofertas para la ya muy famosa (y por ahora frustrada) subasta de frecuencias del espectro radioeléctrico, cuando ya sabíamos qué decenas de radioemisoras y varios teleoperadores no participarían por falta de músculo económico, los acontecimientos se precipitaron con inusitada rapidez.

"Un país donde cada persona y familia encuentren apoyo comunitario, respeto y compasión al final de la vida" ¿Se imagina lo que eso significaría si Costa Rica pudiera lograr el propósito de ser el primer país del mundo en alcanzar ese objetivo?

El denominado "cartel de los soles" de Venezuela es ahora (oficialmente para los Estados Unidos) una de las 80 organizaciones terroristas del mundo. 

Nuevamente estamos tomados por el ruido de las estratagemas gubernamentales, ahora con extensiones foráneas, que pese a la indignación provocada, no logran silenciar el hecho gravoso de que la subasta pública del espectro de frecuencias radioeléctricas, se ha convertido en una entelequia complejísima que podría terminar en la concentración de tres cadenas televisivas y solo unas cuantas emisoras radiales, dadas las condiciones imposibles de cumplir que terminarían, no en una victoria para el Ejecutivo que lleva cuatro años con este objetivo de recomposición del espectro, sino en una derrota generalizada; un golpe a la pluralidad de opciones de información y entretenimiento de la población.