El martes 28 de octubre en Río de Janeiro, la llamada Operación Contención contra la organización delictiva Comando Vermello dejó al menos 121 muertos (incluyendo 4 policías) y un número de heridos que según la fuente consultada oscilan entre 6 y 100. Las acciones de este tipo en las inmensas favelas de Brasil son habituales, no así la cantidad de fallecidos que ha generado una intensa polémica social y política, dada la cantidad de civiles inocentes que fueron víctimas del fuego cruzado que produjo la acción, según la organización no gubernamental Human Rights Watch, dirigida al parecer a asesinar (no a capturar) a los 48 líderes delincuenciales de un comando que tiene 40 mil efectivos y que controlan el inmenso territorio compuesto de dos villas miseria donde no está presente el Estado. Por eso la gran interrogante ahora para los 250 mil habitantes es quiénes serán los que controlarán el territorio. Mueren jefes y mandos medios y surgen otros. Siempre es así.
Esa es parte de la cruda realidad de la nación carioca, en la que los expertos estiman que el 10% de la población vive bajo los términos de la gobernanza criminal. Y ese es (guardando las proporciones) también el espejo del crimen transnacional organizado de América Latina en este siglo XXI.
Aquí en Costa Rica, exactamente una semana después, el martes 4 de noviembre, se llevó a cabo la Operación Traición en la que participaron 1,200 agentes del OIJ, el Ministerio Público y la Judicatura. El megaoperativo más grande en nuestra historia, tuvo epicentro en el Caribe Sur y repercusión en otras zonas del país. Fue una acción limpia. Sin muertos ni heridos. Con al menos 28 detenidos, y decomisos de bienes por unos 2,000 millones de colones entre propiedades, vehículos, embarcaciones y hasta un hotel.
Así nuestra policía desarticuló la que al parecer era la primera banda de narcotráfico costarricense con control total de gestión operativa, desde la compra de la droga, el transporte, almacenamiento, reventa, colocación en Europa y Estados Unidos así como el lavado de los activos, También abastecía de mariguana y crack todo el mercado local. Esta era la banda de los hermanos Grijalba, alias Schock (detenido en Londres) y alias Nogui. Ambos esperando procesos de deportación a Estados Unidos.
¿Es posible acabar con esta poderosísima espiral de muerte y destrucción? O como sostienen algunos expertos mundiales, ¿es mejor que las policías se enfoquen en la disminución de la violencia, puesto que será imposible exterminar al crimen transnacional organizado?
Conversamos con el criminólogo Rodrigo Campos en Hablando Claro.
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